Por: Esteban Mercatante
Para el diario oficialista Página/12 interpretar el discurso de Cristina en la UIA como un guiño a los empresarios es caer en la “operación mediática” (Eduardo Aliverti, “Entradas y salidas”, Página/12, 28/11/2011). En esta misma línea, Horacio Verbistky dice que “ni la euforia de Mendiguren ni la depresión de Moyano parecen justificadas” (Verbitsky, “Disciplinamiento”, Página/12, 27/11/2011).
Tironcitos de orejas
Para tratar de mostrar que no hubo grandes gestos hacia los empresarios, Verbitsky hace hincapié en algunos gestos de firmeza de la Presidenta, y reivindicaciones de lo actuado. Un ejemplo que encuentra son las definiciones de Cristina sobre la fuga de capitales, y el modo en que se la enfrentó.
Es cierto que Cristina Fernández reprendió en su discurso a quienes recibieron créditos baratos y usaron más dinero que el recibido en préstamo para fugar capitales, señalándolos casi con nombre y apellido. También reclamó inversiones, y recriminó a quienes vienen esquivando compromisos en este sentido. Pero sacando esto, casi todo fue música para los oídos de los empresarios. Sí, hubo algún tirón de orejas como decir que los sectores más vulnerables “no tienen capacidad de ahorro y no hacen ‘contado con liqui’ [operación para sacar dólares comprando acciones en bolsas extranjeras]. No son los jubilados de la mínima los que remesan o atesoran billetes o utilidades en portafolio o cambian de portafolio”. Pero la Presidenta propuso abrir el diálogo en puntos de gran interés para los empresarios, especialmente de la industria: competitividad (decirle esto a los industriales es hablarles de devaluación o alguna otra ingeniería cambiaria de resultados equivalentes), inflación, rechazo a la ley de ganancias.
Verbitsky y la equidad en los salarios
Sobre la cuestión de ganancias, Verbitsky nos propone una lectura similar a la que ya apeló otras veces para apoyar posiciones políticas antiobreras del gobierno: existirían con Moyano “diferencias objetivas de criterio: mientras el gobierno inyecta recursos en la base de la pirámide porque sabe que se vuelca al consumo y sostiene la demanda agregada, Moyano aboga por mayores ingresos para la cúspide, cuyos ingresos, de acuerdo con los estudios oficiales, en buena medida alimentan la compra de dólares”. Verbitsky apela a argumentos similares a los utilizados hace unos meses atrás (Página/12, 15 de mayo de 2011). Allí se refería a la inequidad en la distribución de los salarios, en una línea argumental que sugería que los altos salarios de unos sectores eran responsables de los bajos salarios de otros. Con este argumento esquivaba la cuestión de fondo para explicar las asimetrías salariales, es decir cómo el accionar del gobierno y la burocracia sindical contuvo los salarios y así preservó el corazón del “modelo”, que no es otra cosa que un régimen de elevada rentabilidad gracias a los salarios bajos en dólares.
Ahora, Verbitsky vuelve sobre la misma línea argumental. En contraposición al moyanismo, nos explica, el gobierno quiere medidas aplicables “a todos los trabajadores”. Siempre según Verbitsky, la distribución de ganancias y la elevación del mínimo no imponible no lo serían. Los sindicalistas -dijo Cristina- deberían más bien preocuparse por las condiciones laborales que afectan a la mitad de los asalariados peor remunerados. Criticó en su discurso la precariedad, laboral, como si no hubiera sido un -inconfesable- pilar del “modelo”. Esta juega un rol clave para explicar los altos niveles de ganancia capitalista en el período post devaluación porque divide a la clase trabajadora, lo cual permitió que aún en una economía que creó más de tres millones de puestos de trabajo desde 2002 el salario logró una recuperación limitada en comparación con los niveles de 2001, un año de hecatombe económica. Por esta limitación impuesta a la recomposición salarial, la participación de las ganancias en el producto tiene el piso históricamente más alto de las últimas décadas.
Más que acumular “exagerados” privilegios para los trabajadores sindicalizados como pretende Verbitsky, la burocracia subordinó las aspiraciones obreras a las necesidades del capital y del Estado. Durante los años de vacas gordas, las conducciones sindicales burocráticas buscan “evitar los desbordes”, actuando “responsablemente” en respeto de la ganancia empresaria. La CGT dirigida por Moyano jugó así un rol clave para operar sobre estas condiciones ya de por sí favorables al capital, garantizando desde 2006 un techo en las negociaciones salariales por debajo de la inflación, como pedía el gobierno. Por eso, a partir de 2007, superar a la inflación fue menos la norma que la excepción, como la que en 2010 consiguió el gremio de la alimentación que perforó el techo y logró un 35% después de fuertes luchas (con Kraft a la cabeza), y luego fue imitado por otros gremios.
Apenas sobreviene la crisis, estas mismas conducciones burocráticas son las que dejan pasar despidos, suspensiones y bajas de salarios en tiempos de crisis. No hace falta ir muy lejos para verlo. En 2008/09 la burocracia dejó pasar más de 200 mil despidos, en muchos casos argumentando que no eran tales porque afectaban a contratados, e impulsando en el mejor de los casos medidas de “lucha” testimoniales. Empresas, gobierno y sindicalistas atacaron duramente a quienes encararon la defensa de contratados (como a Hernán “Bocha” Puddu, delegado de Iveco en Córdoba que fue expulsado del SMATA por defender a contratados, y luego despedido).
Aunque Cristina lo señale hoy como algo que preocupa al gobierno, las divergencias en las condiciones de trabajo y de remuneración no son algo “pendiente” del modelo K; fueron decididamente perpetuadas durante estos años.
El “privilegio”… del ajuste
Suena como mínimo paradojal que esta manifiesta preocupación por la igualdad entre los trabajadores vaya acompañada de procesamientos a dirigentes obreros como Javier “Poke” Hermosilla o Rubén “Pollo” Sobrero por defender los puestos de trabajo y la organización del sindicalismo de base. O que el Ministerio de Trabajo pida la intervención de la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico (APTA) y se niegue a homologar un acuerdo salarial negociado por UATRE que contempla una suba del 35,7%. O que los trabajadores que pelean por condiciones de seguridad e higiene como los del Subte reciban la burla de la Presidenta en sus discursos, ninguneando el problema de la tendinitis.
No hay tal paradoja. La lectura del discurso como “igualitario” es más que una interpretación en reverso. En realidad, les aseguró a los empresarios que sus balances contables seguirán a resguardo de cualquier mirada que no sea la de los accionistas y la AFIP. Cuánto ganan las empresas seguirá siendo un secreto oculto para los trabajadores.
También avisó a Moyano que no mover el mínimo no imponible será otra pata más del ajuste.
Por otra parte, mucho habló Cristina contra los “privilegios” de los asalariados mejor pagos, pero le faltó explicar cómo es, si la situación es así, que la participación promedio de la ganancia capitalista en el ingreso total generado supera, en el promedio de los últimos años, casi cualquier año de la década previa, y si analizamos las grandes empresas donde están los trabajadores mejor pagos, el avance capitalista durante los últimos años es aún más acentuado.
El ajuste que Cristina Fernández critica en los discursos se está empezando a implementar con los sectores asalariados registrados como sus principales destinatarios. El discurso oficial se prepara para avanzar en ataques a sectores presentados como “privilegiados” dentro de los trabajadores, contraponiendo esto a la preservación de otras medidas que sí se mantendrán como la AUH (pero que probablemente tampoco se ampliará significativamente). Así como se invita a renunciar a los subsidios para los servicios a los usuarios “que pueden pagarlo”, Cristina llamó en el discurso de la UIA a que los trabajadores moderen sus reclamos, no vaya a ser cosa que afecten el “modelo”. La novedad de 2012 es que se preparan techos salariales más bajos.
Unir las filas obreras, contra la patronal, el gobierno y la burocracia
Lejos de cualquier reocupación por las “inequidades” entre asalariados, el discurso gubernamental apunta contra las condiciones de los estratos más altos, pero no para elevar a los más bajos, sino para transformar a los primeros en un blanco fácil. Esto apunta a legitimar tres vías de ataque: poner coto a los aumentos en paritarias, tarifazo por el recorte de subsidios, y mantención del mínimo no imponible. Aunque Julio de Vido afirma que los recortes de subsidios buscan “una mejor redistribución del ingreso” y no generar “ahorro fiscal”, todo apunta a que la redistribución que se prepara es en favor de las ganancias empresarias contra los salarios.
La unidad de las filas obreras es prioritaria; sin ninguna ilusión en la burocracia, es necesario aprovechar las brechas abiertas entre la CGT y el gobierno para imponer el frente único obrero, exigiendo acciones concretas para enfrentar los aumentos de tarifas y los topes al salario en paritarias. Pero al mismo tiempo es fundamental superar la división existente entre los trabajadores contratados, efectivos, en blanco, en negro, afiliados y no afiliados, lo cual significa enfrentarse a la burocracia y la fuente de sus privilegios. Desde el sindicalismo de base es necesario pelear por fortalecer las posiciones clasistas en el movimiento obrero y construir las comisiones internas y los cuerpos de delegados allí donde no los haya, y recuperar las existentes de manos de la burocracia para que sean organismos que unifiquen y representen a todos los trabajadores, independientemente de su filiación y modalidad contractual, efectivos o contratados, en blanco o en negro, bajo un convenio u otro, para pelear por iguales condiciones de trabajo y remuneración para todos los trabajadores.
Sacado de La Verdad Obrera Nro 455
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