Por: Lucho Aguilar
Qué paradoja. Mientras Rubén Sobrero pasaba el fin de semana incomunicado, el aparato de comunicación oficialista desplegaba su artillería para sostener una increíble acusación contra el dirigente ferroviario. Pero también para disciplinar a la tropa propia.
El diario Tiempo Argentino y el programa 6,7,8 se ocuparon de resumir todos los argumentos. “Las pruebas son muchas” decía el programa oficialista. La versión oficial, basada en pruebas truchas, alertaba sobre un "duro comunicado de la CGT en apoyo al sindicalista detenido", recordando que “otros ejemplos de lógicas corporativas fueron los paros que hubo como protesta por las detenciones de Pedraza y Venegas”.
La versión oficial comenzaba acusando a la burocracia de corporativismo por defender cerradamente a los dirigentes sindicales, duramente cuestionados por sus privilegios y sus negocios mafiosos. Pero metía en una misma bolsa a Sobrero y Pedraza, como una forma de desprestigiar a los militantes de izquierda y los luchadores que son lo opuesto a esos dirigentes millonarios.
Pero además, la campaña funcionó como una señal política que busca minar el poder de los sindicatos de cara al próximo gobierno kirchnerista, a gusto de los empresarios.
Qué paradoja tanto discurso, cuando ha sido el kirchnerismo el que ha gobernado todos estos años pactando con las corporaciones, apoyado en los acuerdos con la UIA y con la "corporativa" CGT (moyanistas, gordos y flacos también).
No los ‘solidariza’ el amor sino el espanto
"En la Argentina, los únicos que van presos son los dirigentes sindicales”, decía el comunicado de la CGT que molestó al gobierno. Nadie podría pensar que la burocracia tiene un auténtico interés en defender a los delegados de izquierda. Uno de sus integrantes, Pedraza, está preso por encabezar una "corporación" que defendió sus negocios con el Estado y las empresas concesionarias persiguiendo hasta llegar a matar a militantes y tercerizados.
No es tampoco un acto de independencia del gobierno. Mientras saca el comunicado, la burocracia negocia de todas las maneras posibles el dinero de las obras sociales y un compromiso que le “salve las papas” en las causas que tiene en la Justicia. Causas por enriquecimiento ilícito, medicamentos truchos o negociados, nunca por luchar. Causas con las que -no lo desconocemos- la Justicia también ataca a la burocracia buscando limitar la fuerza de las organizaciones sindicales.
Por eso la postura del moyanismo es un acto de autodefensa. Se siente cuestionado.
En la CGT, por los “gordos” y los “independientes” que anuncian cambios en la dirección de la central obrera, sea por la vía del próximo Confederal o por la de los tribunales. Suenan Caló (UOM) y Pignanelli (SMATA), que tienen el guiño de las siderúrgicas y automotrices, y ya se reunieron con Boudou. El que avisa no traiciona, dicen en los pasillos de la central.
En la coalición de gobierno, por el avance de barones y pingüinos en el armado del próximo gobierno. La pata sindical tiene hoy la menor cantidad de diputados y ministros desde 1945, en un gobierno peronista.
Y cuestionado también por los empresarios, fortalecidos por los buenos negocios que le garantiza el gobierno, agazapados ante los vientos de crisis que soplan en el mundo.
En ese panorama a la CGT no la “solidariza” el amor sino el espanto. Cualquier acontecimiento sirve para enviar el mensaje: no nos toquen.
Los compañeros
Lejos de todas estas operaciones, la detención de Sobrero y los ferroviarios despertó una solidaridad inmediata entre la vanguardia obrera y la militancia de izquierda. Se hizo patente en la asamblea que hicieron los ferroviarios del Sarmiento en la Estación Castelar.
El PTS y los dirigentes obreros que impulsan la corriente clasista Nuestra Lucha se hicieron presentes con una nutrida delegación de delegados del Astillero Río Santiago, Kraft, Zanon, el subte, Jabón Federal, Pepsico, ferroviarios, estatales. Muchos de esos compañeros también están procesados y perseguidos por su militancia sindical, que incluye las demandas de los trabajadores contratados, tercerizados y sin techo, contra cualquier corporativismo.
La respuesta se reiteró el lunes 1° en la marcha a Plaza de Mayo. Esa solidaridad de clase es lo opuesto al oportunismo de la burocracia y la defensa corporativa de los dirigentes mafiosos.
La burocracia, lejos de alentar ese principio, ha promovido en los sindicatos un corporativismo entendido como defensa de sus privilegios, de determinadas capas de la clase obrera, dejando de lado los reclamos de los desocupados y los contratados.
La defensa que ha hecho el sindicalismo de base y la izquierda pidiendo la libertad del Pollo Sobrero se inscribe en las mejores tradiciones de la clase trabajadora. Esa solidaridad de clase, un espíritu de cuerpo, que fundó las primeras organizaciones obreras y gestó las primeras huelgas generales. Esa conciencia que hermana a quienes se reconocen miembros de una misma clase.
Fuente: La Verdad Obrera
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