Aclaración: este artículo fue publicado horas antes de la emisión del segundo capítulo de la tira. De todos modos ninguna de las consideraciones y elementos de análisis se han visto alterados tras dicha puesta al aire.
por Daniel Satur
El jueves 3 se estrenó El Pacto por América TV, miniserie protagonizada por Federico Luppi y Cecilia Roth que narra en clave de ficción la apropiación de Papel Prensa por parte de Clarín y La Nación. Casi toda la crítica (menos la de “La Corpo”, que se llamó a silencio) obviamente inscribió a la tira en el conjunto de producciones financiadas por el gobierno en su disputa con Clarín.
Del lado del kirchnerismo, las críticas más equilibradas hablaron de un acierto en lo político pero cargado de fallas en lo artístico-narrativo, al punto de sugerirle a los realizadores mejorar el nivel para los capítulos que siguen. Un arranque tibio, entonces, para la apuesta audiovisual más ‘filosa’ del año en la batalla cultural oficialista contra los Noble/Magnetto. Resta saber si, luego del 54%, Cristina efectivizará las medidas que algunos funcionarios anunciaron en época de campaña (obligar a Clarín a desprenderse de emisoras, ampliar la grilla creando nuevas señales, decretar una baja de tarifas del cable) o todo se limitará a partir de ahora al terreno de la ficción.
La fuga de Mike
El estreno estuvo precedido por la huida de Mike Amigorena, quien en la historia representa ni más ni menos que a Héctor Magnetto, CEO de Clarín y protagonista de la apropiación de Papel Prensa. Tras grabar ocho capítulos de un total de trece, el actor abandonó la tira acusando una especie de “inconciencia artística” por no haber previsto las consecuencias que tendría su actuación. Entrevistado por el diario La Voz del Interior, se manifestó en desacuerdo con personificar de forma casi calcada a una persona pública de carne y hueso. Aunque esa sería su razón “ética”, en la misma entrevista anunció que ya tiene arreglados proyectos de televisión y cine con Adrián Suar, gerente de programación de El 13. Inconciente o no, Amigorena hizo todo para quedar muy mal parado. Anunciarle a un diario del Grupo Clarín que va a trabajar en un canal del Grupo Clarín para uno de los gerentes del Grupo Clarín se parece más a una confesión de parte que a una ingenua declaración de un actor despolitizado.
La realidad
El Pacto intenta mostrar las oscuras relaciones entre los grandes diarios y la Dictadura que derivaron en la obtención del manejo de Papel Prensa, la única fábrica nacional de papel de diarios. Para ello se incorporan en el guión algunas historias que (con nombres cambiados) refieren a protagonistas reales: Héctor Magnetto, en la ficción Horacio Murgan, es encarnado por Amigorena; José Pirillo (ex dueño de La Razón, el otro diario que participó de la repartija), en la tira se llama José Gancedo y es personificado por Luppi; y Lidia Papaleo (la esposa del fallecido empresario David Graiver), es representada como Lidia Escudero por Cristina Banegas.
El ciclo forma parte del proyecto Ficción Para Todos, que ya cuenta con varios programas al aire. Según la versión oficial, para participar del proyecto (y recibir un subsidio de $1.2 millones) hay que ganar un concurso. En este caso la ‘fortuna’ les cayó a las productoras Oruga y Tostaki, especializadas en publicidad multinacional y que, curiosamente, ya hicieron un par de ciclos en Canal 7 financiados por el Estado. Con el millón y pico en el bolsillo, Oruga y Tostaki convocaron a Roth, Luppi, Amigorena y otros buenos actores, encargaron el guión a Marcelo Camaño, quien ya había desplegado su pluma en series como “Resistiré” y “Vidas robadas”, y para la dirección llamaron a un viejo conocido de Clarín, Pablo Fischerman, quien supo ser uno de los directores preferidos de Pol-Ka (la productora de Suar). Un conjunto artístico que cualquiera podría considerar óptimo para una buena producción. Pero…
La ficción
El primer capítulo de El Pacto mostró, ante todo, muchos agujeros. Con la trama prácticamente escrita (los hechos reales son en sí mismos una historia de terror) el aporte artístico/narrativo cayó en infinidad de lugares comunes, al punto que lo más ‘original’ termina siendo lo que ya se leyó y escuchó varias veces a través de los medios periodísticos. La presentación forzada de los “buenos” y los “malos”, diferenciados tajantemente como bandos irreconciliables, refleja bastante poco la verdadera historia, cargada de innumerables imbricaciones entre unos protagonistas y otros.
Por su parte las alegorías de nombres y lugares resulta grotesca: La Expresión en lugar de La Razón; Papel Integral en lugar de Papel Prensa; David Goldbart en lugar de David Graiver; y la lista sigue. Y, quizás lo peor, una falla de origen en una trama que no se propone tentar, convocar ni hacer cómplice al espectador. El mensaje exageradamente explícito, digerible sólo para una audiencia convencida de que fue el kirchnerismo, y solo él, quien se animó a poner las cosas en su lugar, refleja más la necesidad de armar un guión ajustado a las necesidades del relato oficialista que la voluntad de representar la verdad histórica. Como lo grafica el propio Página/12 (06/11), “el forzado interés ‘aleccionador’ del guión atentó contra la fluidez narrativa que toda pieza artística necesita, tanto para captar la atención de quienes del otro lado pretenden dejarse llevar por los destinos inimaginables de una ficción, como así también para que el mensaje (artístico, político, social) penetre con naturalidad”.
El otro pacto
Vale destacar que alrededor de esta historia hay un primer pacto que no aparece en la pantalla y que ninguna crítica periodística menciona. Se trata del acordado entre el gobierno y América, el multimedios de Vila, Manzano y De Narváez convertido, junto a Canal 9, en exclusivo emisor de las tiras financiadas por el INCAA. Hace rato que América se viene alejando de Clarín (recordemos su frente común hace dos años contra la Ley de Medios) y acercándose al gobierno. Razones no le faltan. Hace pocos meses la AFIP “ayudó” a Daniel Vila a resolver una deuda de $48 millones que lo tenía a mal traer. El kirchnerismo decidió entonces cobrarse el favor y hoy la pantalla de América irradia melodramas Nac&Pop varias noches a la semana.
La ironía es que muchas de las cosas que se ven en El Pacto podrían referir tranquilamente a los propios dueños de América, experimentados empresarios que formaron sus corporaciones en base a negociados, corrupción y lazos con los gobiernos de turno. Pero claro, de eso no se hablará en ninguno de los trece capítulos que durará la miniserie. Habrá que ver cómo sigue la ficción. Aunque las condiciones de producción de El Pacto ya permiten pensar que difícilmente estos trece capítulos nos permitan comprender en serio uno de los episodios más terroríficos de la historia reciente: el de la apropiación de Papel Prensa por parte de grupos que, en estrecha relación con la Dictadura y los gobiernos sucesivos (incluyendo al de Néstor y Cristina) se convirtieron en grandes exponentes de la burguesía nacional. Esa burguesía que el propio Néstor Kirchner se propuso recrear y fortalecer desde el año 2003.
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