“La actual ‘libertad de prensa’ es falsa e hipócrita, en realidad significa libertad para los ricos de comprar y sobornar (…) libertad de confundir al pueblo con sus mentiras venenosas” V. I. Lenin
Desde el último domingo Clarín, La Nación y sus aliados insisten en que el bloqueo a la planta distribuidora de Barracas fue una amenaza a la “libertad de prensa” y que ése fue el más grave ataque al periodismo desde 1983. Pero quienes hablan son poderosas corporaciones que manejan centenares de diarios, revistas, radios y canales de TV. Las que estuvieron firmes en 1976 bancando a la Dictadura genocida. Las que aplaudieron las privatizaciones de Menem quedándose con muchas radios y canales en el reparto. Las que día a día nos envenenan con sus campañas por “seguridad”, con sus discursos xenófobos, convirtiendo a la mujer en un objeto sexual comercializable y censurando o manipulando cada lucha del pueblo trabajador.
Esas mismas corporaciones persiguen y hasta prohíben la organización sindical en sus plantas y redacciones. Como en 2000, cuando Clarín echó a 117 trabajadores, incluida su Comisión Interna. O cuando en 2004 el mismo Grupo echó a otro centenar de obreros, con sus delegados, de la gráfica AGR, conflicto que sigue abierto hasta hoy.
La falacia clarinista sobre el ataque a su “libertad de expresión” no puede esconder que lo único que les importa a Noble y Magnetto es que nadie se interponga en sus negocios. De allí que la “solidaridad” de Lanata (quien fundó y ayudó a fundir el diario Crítica dejando a cientos de trabajadores en la calle) o de la SIP (cámara que agrupa a los mayores pulpos mediáticos americanos) no es más que solidaridad de clase para con uno de los máximos exponentes del capitalismo periodístico. Es tragicómico que Kirchbaum, Lanata, Morales Solá o Grondona posen de simples periodistas cuando en realidad son empresarios o gerentes de grandes empresas. Los trabajadores nada podemos esperar de estos mentirosos que, como decía Lenin, confunden al pueblo con su veneno.
Con amigos así